En este escrito, Olamendi unifica
el mercadeo verde, el mercadeo ambiental y el mercadeo sostenible, en un mercadeo
que el autor denomina “marketing Ecológico”, de esta forma, la lectura no
diferencia entre estos tres tipos de mercadeo y la manera en que son aplicados
por las empresas, según sus intereses con respecto a su participación en el mercado y/o los valores/cultura empresarial de las compañía,
de acuerdo a la estrategia de mercadeo
escogida.
Así, según los intereses de las compañías,
estas escogen y aplican el tipo de mercadeo que aplicaran para vender sus
productos y nombre de la compañía misma, de tal forma que factores como el
proceso productivo, el diseño, el proceso de distribución de los productos, la gestión
de residuos y la elección de materias primas (factores mencionados por el
autor), no necesariamente se van a ver
afectados por el “marketing ecológico” sino que dependerán del tipo de mercadeo
aplicado, es decir, si la compañía aplica un mercadeo ambiental (basado en la venta
de una imagen, mas no en la interiorización del cuidado y preservación de los
recursos) probablemente esta no va invertir o hacer esfuerzos grandes en
modificar las anteriores variables de la actividad que desarrolla; así como
estas variables serán tomadas y modificadas de forma diferente si se aplica el
mercadeo verde (donde se trata de retribuir el impacto contribuyendo a otros
recursos), o si se aplica el mercadeo sostenible (en el cual se buscara cuidar
y asegurar el mantenimiento de los recursos utilizados, en el tiempo).
Igualmente, el autor afirma que “para
(…) evolucionar hacia una sociedad más sostenible, es necesario la elaboración de
productos de bajo impacto ambiental, los ecoproductos” y también dice que es
necesaria la adaptación de precios con respecto al resto de la industria para
la supervivencia de una empresa que aplica el “marketing ecológico”; refiriéndome
a la primera, para el desarrollo sostenible no solo es necesario la creación de
producto con menor impacto ambiental, también es requerido que las empresas proporcionen
la responsabilidad, cuidado y uso adecuado de los recursos naturales de manera
que estos no se agoten, es decir, no basta con crear productos de más rápida degradación,
reutilizables y demás, sino que las empresas también tienen que estudiar la
disponibilidad y no peligro de extinción de los recursos que aplican en sus
procesos, y asegurarse de contribuir para que estos mismo s recursos que utilizan sean “devueltos” a la naturaleza
y no diezme la cantidad existente de los mismos. Con respecto a la segunda, la aplicación
de procesos ecológicos en las compañías no necesariamente implica mayores
costos y por ende mayores precios, de hecho, la reutilización, el reusó, y optimización
de las materia primas y recursos involucrados en el proceso productivo (costos
fijos), de modo que se aprovechen al máximo, producen la reducción de costos y
por ende la ampliación de los márgenes de ganancias de las compañías, de modo que
al aplicar estas “tácticas ambientalistas” más que adaptarse, las compañías podrían
acceder a una ventaja respecto a precios en el mercado, lo que vendría acompañado
de una mayor participación en el mismo.
Contario a lo anterior, Olamendi acierta
en que estas “exigencias ambientalistas “por parte de consumidores cada vez más
conscientes del medio ambiente es una oportunidad de negocio, y es vista como
tal por muchas compañías, cuyo propósito es aumentar sus utilidades (ventas). Y
por ende puede mirarse el mercadeo “ecológico” desde una óptica empresarial. Así
como también acierta en el énfasis que este tipo de consumidores presta a
factores como el diseño, materias primas utilizadas, el proceso de los
productos y sobre todo a su impacto sobre el medio ambiente, al momento de
tomar la decisión de compra y fidelización con el producto-marca, anteponiéndolos
al factor precio y al consumo “excesivo” actual.